Hoy encontré el mundo en una esquina
Literalmente hablando. Estaba allí reinando entre un par de muebles viejos, una pantalla de velador desteñida y varias latas de galletitas vacías. Anoche hablaba con mi hija del movimiento de la tierra sobre su eje y alrededor del sol. Todas las noches me pregunta lo mismo: ¿para qué sirve la oscuridad? Entonces yo me desarmo en explicaciones, pero ayer, justamente ayer le decía que se lo podía explicar mejor con un globo terráqueo. Y allí estaba el mío, simplemente esperando a que yo lo levantara. Varios transeúntes pasaron antes que yo y a nadie se le ocurrió levantarlo. Tal vez el mundo era demasiado poco para ellos. O no veían lo que yo podía ver. Eso me dejó pensando en que siempre hay algo feo que otros ven hermoso, en todo aspecto de la vida. Me gustan los objetos con historia, los que tuvieron dueños anteriores y aquellos abandonados a los que puedo darles una vida nueva. Esta ciudad –Londres- tiene una historia innegable, pero a veces cuesta encontrar la historia más banal