El precio de emigrar

  Resulta bastante alto, en todo sentido. Hay una regla ineludible que pareciera condenar a quien emigra: “El que emigra viaja, el que emigra llama, el que emigra escribe”.


  Si hablamos de lo económico entran en consideración por lo menos un pasaje anual a la tierra que los vió nacer, reduciendo los ahorros y muchas veces llevándolos al rojo.

  Mientras el emigrante tiene un gasto fijo de pasajes y estadía, a veces duele ponerse a pensar que si los que se quedaron también hicieran el esfuerzo de viajar les ahorrarían unas cuantas libras y les quitarían un poco de responsabilidad.

  Porque ahí viene lo peor, pareciera ser que la responsabilidad de mantener el contacto recae –casi siempre- en la persona que decidió probar suerte en otro destino.

  El emigrante es el que siempre tiene que llamar por teléfono, el que siempre tiene que escribir e-mails  rogando una respuesta, el que tiene que enviar dinero a sus familiares… Y el que a su vez no tiene que olvidarse de su tierra, de su música, de sus amigos, porque ahí también viene el reproche y la culpa, siempre presentes a la hora de pasar factura.

  Por supuesto que no es así en todos los casos, pero en general pareciera ser esa la regla.

  Flexibilidad y adaptación son dos cualidades que con el tiempo florecen en todo emigrante. Ser flexible con las fechas de sus viajes a las más disímiles propuestas, fiestas y aniversarios, incluyendo hacer faltar a sus hijos a la escuela, pedir licencias o simplemente inventando enfermedades.

  Otro riesgo a pagar son las pérdidas afectivas a las que también se verán sometidos.

  Amigos que no fallaban en ningún cumpleaños y que con los años se desenmascaran, se enojan sin motivos aparentes o mueren de la envidia fantaseando con la vida idílica del que se anima a probar otros caminos: familiares que creen que sus retoños están sentados en un hormiguero que supura oro puro en vez de hormigas- y lo más probable es que sean sólo hormigas y que encima les estén picando el culo-.

  Muchas veces la vulnerabilidad los hará tratar de reemplazar rápidamente a esos afectos perdidos o distantes con nuevas relaciones que duran lo que un rayo. Brillan y desaparecen sin dejar rastro con lo cual la cuenta volverá a dar saldo negativo.

  Son muchos los costos de la balanza. Un equilibrio que cuesta sostener, sobre todo porque el emigrante debe saciarse con una recompensa ilusoria una vez al año y pide que le devuelvan en la moneda del afecto todo lo que lleva invertido.

  Es el precio a pagar por salir del pueblito, por animarse a sobrevivir en otros horizontes, y por tratar de encontrar una nueva manada que los reconozca manteniendo algunos de los puntos neurálgicos de su estructura madre.

Comments

  1. Yo encuentro que es muy asi como decis, que tenes que estar haciendo el "esfuerzo" bah no se si esa es la palabra mas bien siempre pensar en los de aca y los de alla. Si llego a pasar dos dias sin escribir o actualizar fotos o videos, ya mi familia me cae encima aunque ellos no escriban tan seguido.

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  2. Gracias Soledad. Es un "esfuerzo doble" estar aca y alla a la vez...

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