Aferrarse para soltar

Aferrarse.

A todo.
A las ideas en las que creemos fervientemente.
A los proyectos.
A los planes.
A las cosas.
A los muebles.
A las propiedades.
A los autos y los celulares.
A los trabajos.
A los lugares.
A los afectos. A los vivos y a los muertos.
A las circunstancias...

No nos atrevemos a movernos siquiera un poco por miedo a que algo se salga de lugar, por temor a que las cosas no sean como nosotros pensamos que deberían ser. Justas.

Mientras tanto el tiempo pasa, la vida nos recorre y se escurre entre nuestras manos.

No vemos. No somos capaces de pensar que hay otras formas, otros modos, otras situaciones, otras ideas, otros proyectos, otros trabajos, otros afectos, otras casas, otros lugares...

En la lucha se suceden las batallas.
A veces con el otro, pero más que nada con nosotros mismos.

El veredicto inexpugnable de los días malamente transcurridos llega sin piedad.

En algunos casos el entendimiento nos da otra oportunidad. En otros no... 

Es el momento en el que aparece en la faz del pensamiento una sensación dolorosa y mágica, una hendija apenas que puede crecer o volver a cerrarse.  

Con ella, y a través de ella, es posible saltar dentro del mapa, borrar limites, atreverse a cambiar, dejar atrás personas, lugares, circunstancias...

Emparcharse con lo que se tenga a mano. 

Sanar es como aprender a caminar de nuevo. 


Darse paz, y por fin, soltar...


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