Músicas para mis sentidos
La música tiene un efecto extraordinario. Eso se dijo siempre. Pero en mi persona resulta ser tan extraordinario que subo y bajo de acuerdo a lo que escucho, me pongo de buen o mal humor. Es inevitable, preciso, increíble. Disparan mis sentidos, mis emociones, no lo puedo evitar. Y cada vez menos…
Siempre evité el fanatismo pero creo que me estaré convirtiendo en una especie de fanática yo misma porque siento una especie de devoción por las formas musicales que son de mi agrado. Pocas por cierto…
Hay gente que puede ir por el mundo sin escuchar música o simplemente sin elegir lo que escucha. Se conforma con encender la radio y dejarse llevar por lo que dicen los productores de moda, con letras fáciles de seguir que no los dejen pensar demasiado. ¿Qué es lo que hay que escuchar? ¿qué es lo que hay que mirar? ¿Qué es lo que hay que usar? Las caras bonitas de la tele moviendo boquitas o haciendo movimientos sensualoides parecen tener la respuesta para todo.
Antes me parecía aberrante esa forma de ser – la de no elegir y simplemente relajarse delante de los parlantes sin pensar- ahora en cierta forma los envidio, porque por mi capacidad de decidir muchas veces mi mundo se ve reducido a mis elecciones y suelo quedar afuera de los circuitos de la sociedad en la que vivo. No bailo los trencitos en las fiestas, no sé las coreografías de las chicas R & B, ni hablar de reggaeton y zumba –palabra que desde el vamos me suena rara incluso al escribirla-, latinos melosos de los cuales no conozco siquiera los nombres y rutas similares.
Con respecto a los espacios, eludo ir a ciertos lugares donde sé que van a pasar algo que no me va a gustar… Hay ritmos que me hacen mal… Me siento invadida…
Estaba el otro día en un café de vacaciones donde sonaba un cachín cachín –que no sonaba cuando entré- y me puse intranquila. ¿Por qué? me preguntaba. Al instante me dí cuenta… Respiré hondo y me dispuse a disfrutar un poco del momento más allá de lo que pasaban en la radio, pero no es mi estilo habitual. Aunque lo logré en cierta forma ya estoy pensando en recurrir a ejercicios de relajación para poder soportar esos momentos porque veo que dan resultados. Fóbica dirán…
Yo prefiero llamarlo “capacidad adquirida y enormes ganas de encontrar siempre algo que me sorprenda, inventivo, creativo e inusual”.
De todos modos mi placer me trae aparejados algunos disgustos…
Tal vez si nos enseñaran – si es que se puede- que no todos tenemos que escuchar lo mismo, que a no todos nos tiene que gustar lo mismo, ni hablar de bailarlo… y que la buena música no nace en una fábrica de chorizos – a menos que haya un sensible creador de sonidos trabajando en ella… Aunque debo reconocer -por experiencia propia- que puede nacer en una panaderia.
Que reconfortante descubrir nuevas músicas por nuestros propios medios… Escucho sugerencias.
Siempre evité el fanatismo pero creo que me estaré convirtiendo en una especie de fanática yo misma porque siento una especie de devoción por las formas musicales que son de mi agrado. Pocas por cierto…
Hay gente que puede ir por el mundo sin escuchar música o simplemente sin elegir lo que escucha. Se conforma con encender la radio y dejarse llevar por lo que dicen los productores de moda, con letras fáciles de seguir que no los dejen pensar demasiado. ¿Qué es lo que hay que escuchar? ¿qué es lo que hay que mirar? ¿Qué es lo que hay que usar? Las caras bonitas de la tele moviendo boquitas o haciendo movimientos sensualoides parecen tener la respuesta para todo.
Antes me parecía aberrante esa forma de ser – la de no elegir y simplemente relajarse delante de los parlantes sin pensar- ahora en cierta forma los envidio, porque por mi capacidad de decidir muchas veces mi mundo se ve reducido a mis elecciones y suelo quedar afuera de los circuitos de la sociedad en la que vivo. No bailo los trencitos en las fiestas, no sé las coreografías de las chicas R & B, ni hablar de reggaeton y zumba –palabra que desde el vamos me suena rara incluso al escribirla-, latinos melosos de los cuales no conozco siquiera los nombres y rutas similares.
Con respecto a los espacios, eludo ir a ciertos lugares donde sé que van a pasar algo que no me va a gustar… Hay ritmos que me hacen mal… Me siento invadida…
Estaba el otro día en un café de vacaciones donde sonaba un cachín cachín –que no sonaba cuando entré- y me puse intranquila. ¿Por qué? me preguntaba. Al instante me dí cuenta… Respiré hondo y me dispuse a disfrutar un poco del momento más allá de lo que pasaban en la radio, pero no es mi estilo habitual. Aunque lo logré en cierta forma ya estoy pensando en recurrir a ejercicios de relajación para poder soportar esos momentos porque veo que dan resultados. Fóbica dirán…
Yo prefiero llamarlo “capacidad adquirida y enormes ganas de encontrar siempre algo que me sorprenda, inventivo, creativo e inusual”.
De todos modos mi placer me trae aparejados algunos disgustos…
Tal vez si nos enseñaran – si es que se puede- que no todos tenemos que escuchar lo mismo, que a no todos nos tiene que gustar lo mismo, ni hablar de bailarlo… y que la buena música no nace en una fábrica de chorizos – a menos que haya un sensible creador de sonidos trabajando en ella… Aunque debo reconocer -por experiencia propia- que puede nacer en una panaderia.
Que reconfortante descubrir nuevas músicas por nuestros propios medios… Escucho sugerencias.
Hola Silvia.
ReplyDeleteMe siento identificada con tu artículo, he vivido cosas similares. Si voy a una discoteca y pasan música que no me gusta no puedo ponerme a bailar (tampoco me quedo en un rincón aislada). En la música, siento que las cosas me serían más fáciles si me acercara a determinados ámbitos, pero en el fondo de mi corazón sé que no es lo que realmente quiero.
Creo que vamos teniendo claro quienes somos y dónde queremos estar. Aunque todavía no lo hayamos encontrado. La que lo encuentre primero, que le avise a la otra, vale?
Un abrazo
Nosotras buscamos a la música y la música nos encuentra a nosotras Natalia... Gracias por escribir.
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