Biblos sabio resentido vuelve a atraparme

Claudicar… Acabar por ceder a una presión o una tentación.
Esa parece ser la cuestión. Empezar a hacer algo una y mil veces para luego ponerse todos los impedimentos posibles para no terminar la tarea iniciada…
Comienzo ordenando el living-estudio que requiere cirugía menor… Libros durmiendo en cajas desde mi mudanza anterior. No habría ningún problema si me hubiera mudado ayer… Pero mi última mudanza fue hace más de 3 años… Abro el placard de los abrigos. Se me vienen encima cual fantasmas queriendo abrazarme. Como los odio! Me recuerdan al frío, me dan angustia, me pican, no los quiero ver por un tiempo y sin embargo ahí siguen bailando dentro del armario endemoniado que heredamos de otros inmigrantes hace también más de 3 años. Los muebles Marta Minujín son dos. El armario y una cajonera cuyos cajones son imposibles de a cerrar una vez que fueron abiertos y lucen como una escultura digna de película de Tim Robbins. A veces da miedo.
Continuando con mi tarea tomo coraje, abrazo los abrigos en un abrazo desinteresado total no los necesito - por ahora - y mientras los acuesto tranquilamente sobre el sillón estoy pensando en las otras sorpresas con las que me voy a encontrar.
Una caja llena de libros que nunca leí… Con cada uno que llega a mis manos me reprocho el no haber podido terminar siquiera una de esas historias.
Cada libro tiene prolijamente ubicado un señalador cual estaca en el corazón marcando la hoja en la que lo abandoné sin piedad. No recuerdo exactamente los motivos por los que no pude terminar de transitar esos pequeños mundos. Supongo que por falta de interés pero sobre todo por aburrimiento… Estoy un poco grande para leer cosas que no me interesan. Cuando descubro –en medio de la lectura que estoy pensando en cualquier cosa menos en el libro lo despacho a la caja del armario de nuevo. Y eso fue lo que me pasó con “Llora, Alegría” de Cuca Canals, “Tratado sobre la convivencia” de Julián Marías, “El hilo de Laforgue” de Oscar Strada, “Ferrocarriles argentinos” de Elvio Gandolfo, “Diagnostico de pediatría infantil”, “Errante en la sombra” de Federico Andahazi. No digo que sean malos, simplemente que no los leí en el momento en el que debía leerlos. Porque para ser lector hace falta estar tan predispuesto como para escribir.
Personalmente tuve mi etapa de lectura obsesiva hasta que sucedieron hechos que me hicieron tomarle un poco de rencor. Tal vez haya sido toda esa nostalgiosa etapa de emigración y de acercamiento a lectura de análisis de hechos políticos y de sociedad principalmente en Argentinalandia.
Pero hoy estoy dispuesta a perdonar y a reencontrarme con esos viejos sabios que supieron robarme horas de atención antes de la computadora, que roba ahora también todos mis mas profundos instantes creativos.
Así como reaparecen estos libros despechados y condenados al olvido en busca de revancha también aparecen mis ganas de volver a transformarme en lector, de entregarme pasivamente a las paginas de cada historia dejándome guiar por el autor como un niño.
Cuanto extrañaba esa sensación…
Decido no volver a claudicar…
Esa parece ser la cuestión. Empezar a hacer algo una y mil veces para luego ponerse todos los impedimentos posibles para no terminar la tarea iniciada…
Comienzo ordenando el living-estudio que requiere cirugía menor… Libros durmiendo en cajas desde mi mudanza anterior. No habría ningún problema si me hubiera mudado ayer… Pero mi última mudanza fue hace más de 3 años… Abro el placard de los abrigos. Se me vienen encima cual fantasmas queriendo abrazarme. Como los odio! Me recuerdan al frío, me dan angustia, me pican, no los quiero ver por un tiempo y sin embargo ahí siguen bailando dentro del armario endemoniado que heredamos de otros inmigrantes hace también más de 3 años. Los muebles Marta Minujín son dos. El armario y una cajonera cuyos cajones son imposibles de a cerrar una vez que fueron abiertos y lucen como una escultura digna de película de Tim Robbins. A veces da miedo.
Continuando con mi tarea tomo coraje, abrazo los abrigos en un abrazo desinteresado total no los necesito - por ahora - y mientras los acuesto tranquilamente sobre el sillón estoy pensando en las otras sorpresas con las que me voy a encontrar.
Una caja llena de libros que nunca leí… Con cada uno que llega a mis manos me reprocho el no haber podido terminar siquiera una de esas historias.
Cada libro tiene prolijamente ubicado un señalador cual estaca en el corazón marcando la hoja en la que lo abandoné sin piedad. No recuerdo exactamente los motivos por los que no pude terminar de transitar esos pequeños mundos. Supongo que por falta de interés pero sobre todo por aburrimiento… Estoy un poco grande para leer cosas que no me interesan. Cuando descubro –en medio de la lectura que estoy pensando en cualquier cosa menos en el libro lo despacho a la caja del armario de nuevo. Y eso fue lo que me pasó con “Llora, Alegría” de Cuca Canals, “Tratado sobre la convivencia” de Julián Marías, “El hilo de Laforgue” de Oscar Strada, “Ferrocarriles argentinos” de Elvio Gandolfo, “Diagnostico de pediatría infantil”, “Errante en la sombra” de Federico Andahazi. No digo que sean malos, simplemente que no los leí en el momento en el que debía leerlos. Porque para ser lector hace falta estar tan predispuesto como para escribir.
Personalmente tuve mi etapa de lectura obsesiva hasta que sucedieron hechos que me hicieron tomarle un poco de rencor. Tal vez haya sido toda esa nostalgiosa etapa de emigración y de acercamiento a lectura de análisis de hechos políticos y de sociedad principalmente en Argentinalandia.
Pero hoy estoy dispuesta a perdonar y a reencontrarme con esos viejos sabios que supieron robarme horas de atención antes de la computadora, que roba ahora también todos mis mas profundos instantes creativos.
Así como reaparecen estos libros despechados y condenados al olvido en busca de revancha también aparecen mis ganas de volver a transformarme en lector, de entregarme pasivamente a las paginas de cada historia dejándome guiar por el autor como un niño.
Cuanto extrañaba esa sensación…
Decido no volver a claudicar…
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