Cocina terapéutica de Doña Petrona

Siempre me gustó cocinar pero descubrí su ayuda terapéutica hace poco…
Vísperas de días festivos y cumpleaños con mucho frío parecieran ser el día ideal para cocinar unos brownies. Últimamente se me dio por querer aprender a cocinar todo tipo de postres y delicias por lo que mi casa se convierte bastante seguido en un desfile de manjares –algunos buenos, otros no tanto. Entonces cuando quiero relajarme o sencillamente olvidarme de algun asunto pongo toda mi bronca en la receta que haya decidido concebir como si fuera mi muñequito de plastilina donde soltar esas angustias, temores, remordimientos, culpas y padeceres varios.
A pocos metros de la principal de Teddington abrieron hace poco un local de libros de segunda mano de Fara donde yo solía ser voluntaria hace algunos años. Así le dedicaba una o dos horas por semana a planchar ropa donada. Realmente era bastante entretenido encontrarse con todo tipo de donaciones para buena causa. Tuve que dejar el trabajito ad-honorem cuando mi panza de embarazada me tapaba media cara y no me dejaba terminar la ropa planchadita planchadita planchadita… Pero después seguí yendo con mi hija a visitar a quienes habían resultado ser muy buena gente- la manager y otra chica empleada del momento-. Mientras mi hija jugaba con los juguetes yo me dedicaba a revolver libros y cd’s. Libros interesantes había pocos en ese momento, pero esta nueva sucursal es exclusivamente de libros
Así pude conseguir un librito de cocina con chocolate por el módico precio de una libra – 5 o 6 pesitos argentinos dependiendo del cambio y del humor de quien nos lo cambie- y ahora es mi Biblia de Doña Petrona C de Gandulfo en persona.
Me acuerdo de “Como agua para chocolate” la famosa novela de Laura Esquivel donde la protagonista todo lo callaba o demostraba con comida entonces se volcaba a inventar recetas afrodisíacas o con diferentes efectos entre sus comensales matizándolos con sus encuentros furtivos de amor. Tiene sentido.
La mirada por la que nos presentamos delante de un plato de comida no es la misma para todos. Entonces porque cocinarlo debería serlo?
Estoy segura que con los mismos ingredientes entregados a dos o tres personas distintas el resultado no es el mismo. Porque la forma de amasar no es la misma, o la de rayar el chocolate, ni el modo de echar sal o azúcar, ni de mezclar o batir (si es mano obviamente)… Los tiempos son otros, mi mano bate a cierta velocidad, la tuya a otra. Y eso al final del día se tiene que notar…
Claro, me dirán, esto ocurre con cualquier aspecto en la vida… Si, es cierto, ocurre con todo, y la cocina no escapa a esta regla.
La cocina de mi abuela no era la misma que la de mi mamá, y la mía no es igual a la de ella. Las recetas podrán escribirse, repetirse, transmitirse de boca a boca, legarse, heredarse, regalarse, que mas da!
Mi cocina es mi cocina, mis brownies son mis brownies, así como mi casa es mi casa. La tacita con la que mido la cantidad –siempre a ojo, es mi forma favorita- no es la misma que la tuya.
Será por eso que el chef es tan importante en un restaurant… Pero sin ir a la faceta profesional yo prefiero seguir matando instantes con estos pequeños milagros que ocurren últimamente en mi cocina y son solo para compartir con unos pocos.
Suena el reloj de mi horno, los brownies están listos, hasta la próxima.
Vísperas de días festivos y cumpleaños con mucho frío parecieran ser el día ideal para cocinar unos brownies. Últimamente se me dio por querer aprender a cocinar todo tipo de postres y delicias por lo que mi casa se convierte bastante seguido en un desfile de manjares –algunos buenos, otros no tanto. Entonces cuando quiero relajarme o sencillamente olvidarme de algun asunto pongo toda mi bronca en la receta que haya decidido concebir como si fuera mi muñequito de plastilina donde soltar esas angustias, temores, remordimientos, culpas y padeceres varios.
A pocos metros de la principal de Teddington abrieron hace poco un local de libros de segunda mano de Fara donde yo solía ser voluntaria hace algunos años. Así le dedicaba una o dos horas por semana a planchar ropa donada. Realmente era bastante entretenido encontrarse con todo tipo de donaciones para buena causa. Tuve que dejar el trabajito ad-honorem cuando mi panza de embarazada me tapaba media cara y no me dejaba terminar la ropa planchadita planchadita planchadita… Pero después seguí yendo con mi hija a visitar a quienes habían resultado ser muy buena gente- la manager y otra chica empleada del momento-. Mientras mi hija jugaba con los juguetes yo me dedicaba a revolver libros y cd’s. Libros interesantes había pocos en ese momento, pero esta nueva sucursal es exclusivamente de libros
Así pude conseguir un librito de cocina con chocolate por el módico precio de una libra – 5 o 6 pesitos argentinos dependiendo del cambio y del humor de quien nos lo cambie- y ahora es mi Biblia de Doña Petrona C de Gandulfo en persona.
Me acuerdo de “Como agua para chocolate” la famosa novela de Laura Esquivel donde la protagonista todo lo callaba o demostraba con comida entonces se volcaba a inventar recetas afrodisíacas o con diferentes efectos entre sus comensales matizándolos con sus encuentros furtivos de amor. Tiene sentido.
La mirada por la que nos presentamos delante de un plato de comida no es la misma para todos. Entonces porque cocinarlo debería serlo?
Estoy segura que con los mismos ingredientes entregados a dos o tres personas distintas el resultado no es el mismo. Porque la forma de amasar no es la misma, o la de rayar el chocolate, ni el modo de echar sal o azúcar, ni de mezclar o batir (si es mano obviamente)… Los tiempos son otros, mi mano bate a cierta velocidad, la tuya a otra. Y eso al final del día se tiene que notar…
Claro, me dirán, esto ocurre con cualquier aspecto en la vida… Si, es cierto, ocurre con todo, y la cocina no escapa a esta regla.
La cocina de mi abuela no era la misma que la de mi mamá, y la mía no es igual a la de ella. Las recetas podrán escribirse, repetirse, transmitirse de boca a boca, legarse, heredarse, regalarse, que mas da!
Mi cocina es mi cocina, mis brownies son mis brownies, así como mi casa es mi casa. La tacita con la que mido la cantidad –siempre a ojo, es mi forma favorita- no es la misma que la tuya.
Será por eso que el chef es tan importante en un restaurant… Pero sin ir a la faceta profesional yo prefiero seguir matando instantes con estos pequeños milagros que ocurren últimamente en mi cocina y son solo para compartir con unos pocos.
Suena el reloj de mi horno, los brownies están listos, hasta la próxima.
Hola Silvia
ReplyDeleteQue cierto eso que decís.
Yo lo descubrí con muchas actividades de la vida: fotografía, traducciones y claro, con cocina. Es cierto que ante un mismo texto no todos lo van a traducir de la misma manera. Y todas las traducciones son correctas. Con fotografía pasa igual: varias personas pueden sacar fotos del mismo tema y todas saldrán distintas, cada uno le pondra su ángulo, su interpretación.
En cocina puede llevar a situaciones casi cómicas: recuerdo un restaurant en el que nos pedían “por favor” que siguieramos la receta al pie de la letra o ibamos a terminar cocinando cada uno una receta distinta, al mejor estilo “teléfono descompuesto”.
Pero esto de la interpretación personal es importantísimo aunque tiene su lado poco positivo: por que sino este reciclaje continuo de recetas archi-conocidas re-interpretadas ad infinitum por el chef del momento? (como si las hubieran inventado ellos, claro).
Si queres descargar broncas, nada mejor que amasar: pizza o pan son las mejores opciones: cuanta mas bronca descargues mejor te van a salir!
Suerte en tus emprendimientos culinarios!!
Gabriela
http://travelingwilbury.wordpress.com/